“Se manda a vosotros, pueblos, naciones y lenguas, que al oir el son de la bocina, la flauta, el tamboril, el arpa, el salterio, la zampoña y todo instrumento músico, os postréis y adoréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor levantó. El que no se postre y lo adore, en el acto será echado dentro de un horno ardiendo” (Daniel 3:4-6).
Daniel 3 de manera especial, presenta un cuadro interesante que no debe ser pasado por alto, pues registra el tema de la adoración en la actitud de los tres jóvenes hebreos: Sadrac, Mesac y Abegnego, ante el pregón amenazador para que adoren a la “imagen” de oro.
LA IMAGEN DE ORO
Una fecha posible para este evento sería el 594 a.C., cuando Sedequías, como rey de Judá, fue llamado a presentarse en Babilonia (Jer. 51:59), muy probablemente a la dedicación de la estatua de oro. Nabucodonosor había comprendido que su reino tendría fin, ese fue el sueño que Dios le concedió y le explicó a través del brillante príncipe de Israel (Dn. 2), no obstante, por el orgullo natural humano, a causa de la prosperidad de su reino, decidió cambiar la historia, es por ello que Daniel 3 registra la “imagen de oro” ocasionado por sus propios deseos.
La palabra tselem “imagen” en Daniel 3 es la misma utilizada en el capítulo 2, por lo que se hace evidente la actitud rebelde en contra de los designios de Dios, pues si en el sueño del capítulo 2 su reino (oro) se limitaba a la cabeza de la tselem “imagen”, ahora en sus planes y deseos, en la historia que pretendía emprender, su reino (oro) era completo, eterno y duradero, el oro abarca la cabeza, y todo el cuerpo, desde la cabeza a los pies. De principio a fin.
1. La adoración a sí mismo: Nabucodonosor, el ególatra. La egolatría es la adoración de sí mismo. El primer ególatra fue Lucifer, a causa de su belleza, de su perfección y privilegios en el cielo, se envaneció y deseó ser igual a Dios, quiso ser adorado como Dios, quiso sentarse en el trono de Dios (Ez. 28:17 cf. Is. 14:13,14). Nabucodonosor, había reconocido al Dios de Daniel como “Dios de dioses, Señor de los reyes” (Dn. 2:47). Pero fue más la necedad del hombre que haciendo caso omiso a la revelación que le había sido dada: “Después de ti se levantará otro reino” (2:39). Del mismo modo, fue el orgullo lo que llevó al querubín protector a desatar un Gran Conflicto. El único que se merece la adoración es Dios, nadie más. La egolatría es contraria a la enseñanza bíblica.
2. La adoración a imágenes: Los siervos idólatras de Nabucodonosor. Daniel 3 presenta a los adoradores de la imagen de oro en cumplimiento del mandato humano. Se evidencia un contraste marcado entre los siervos de Dios, y los siervos de un hombre que se creía dios. Los primeros, son encontrados como fieles a prueba de fuego y los segundos como adoradores de una imagen por temor al “fuego” o por puro gusto probablemente. Los adoradores idólatras, están pendientes del proceder de los fieles adoradores de Dios. Pero no para seguir sus caminos sino para acusarlos, haciendo la labor de Satanás, el acusador (Zac. 3:1,2), y anhelando que sean juzgados con la pena más dura (Dn.3:8-12), ignorando que serán ellos los que finalmente experimentarán “el fuego voraz” (cf. Dn. 3:22). Un cuadro marcado de la idolatría en extremo. Por temor a una amenaza ardiente “todos”, ricos y pobres, políticos y militares, extranjeros y oriundos, absolutamente todos son llamados a adorar a la imagen de oro. No obstante, los adoradores falsos, los idólatras tendrán su paga. En últimas, Dios condena en su Palabra ese tipo de adoración y culto, tanto así que les promete el fuego eterno en el día final “los idólatras […] tendrán su parte en el lago que arde conde fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apo. 21:8). No hay duda la adoración a imágenes es un asunto abominable a los ojos de Dios.
3. Los adoradores de YHWH: Verdaderos adoradores. En consecuencia en Daniel 3, la “adoración al verdadero Dios es contrastada agudamente contra la idolatría”. Se ve un conflicto marcado entre la verdadera y falsa adoración, la adoración de Sadrac, Mesac y Abegnego en contraposición a la adoración idólatra de todos los que se postraron y adoraron a la imagen de oro. Los adoradores verdaderos de Dios, no la tienen fácil. Corren el riesgo de morir por su resistencia al mandato de un hombre. Pero no lo hacen por locos o dementes, lo hace por fe, pues creen que Dios los librará, y si no lo hace, igual ellos están dispuestos a no claudicar. A lo largo de la historia, los verdaderos adoradores se veían amenazados por adorar como Dios quería, esto es evidente en el caso de Caín y Abel. No obstante, el adorador al agrado de Dios estás dispuesto si es posible a sufrir y ser vituperado con tal de hacer la voluntad su Dios.
CONCLUSIONES
• Primero, la fidelidad de los tres amigos de Daniel puesta a prueba, debe ser ejemplo para todo cristiano en todo tiempo, demostrando así que es menester a Dios antes que a los hombres (Hch.5:29).
• Segundo, la promesa de Dios de estar con nosotros siempre (Jos.1:9 cf. Mt. 28:20) se hace evidente en el desarrollo del relato. Pero no solo está con nosotros, sino que interviene de manera extraordinaria, en el relato, la liberación en cruda situación.
• Tercero, el fuego es para los que han adorado, adoran y adorarán a la imagen o la imagen de la bestia (Ap.14:10,11). Este es realmente un símil claro de lo que acontecerá el final del tiempo.
• Finalmente, este capítulo proclama a un Dios que se merece la adoración, porque salva a sus hijos fieles.
En últimas, toda adoración es recompensada, la adoración de los jóvenes hebreos fue recompensada. Fueron librados del fuego consumidor, rescatados por Cristo (Dn. 3:25) y engrandecidos (Dn.3:30).

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